(créditos de esta foto desconocidos)
Así es irremediablemente nuestro efecto tornasol para algunos de los que nos rodean.
Trabajé hace tiempo para un cantante, un tipo majo, suelto, cercano, atento y cumplidor, que durante más de un año nos pagó a los músicos religiosamente por cada concierto, aunque la sala estuviera vacía y no recaudara de entradas, corrió siempre sonriente con los gastos de la banda por ahí de viaje, hoteles, buenas comidas, aviones, furgoneta, se dejó un dinero en la producción de un disco y videoclip, se ocupó de que sacáramos algún provecho personal de esos eventos y acabamos haciéndonos todos amigos. De pronto, un día dijo: "Chicos, venga, va, poneos el traje, por favor, ¿qué problema hay?" y entonces parte de la banda le colgó el sanbenito de flipao... "Joder, menudo arranque le ha dado" y más adelante alguno soltó un "Bah, yo por ese dinero no me muevo a un bolo para el que me ha llamado, que le den".
En un santiamén le convirtieron en otro personaje, un desubicado y poco menos que déspota (¡...!). Qué cagada.
Así sucede a menudo en el trabajo, incluso en casa. Cuánto molas cuando molas. Qué guay eres cuando no pones trabas, das la razón y favores y qué ingrato y amargo se vuelve todo cuando, después, viene tu turno de no dar la razón o un favor, ni siquiera de pedirlo.
Llámame loco y radical, pero a veces preferiría que un accidente eliminara de mi memoria la vida de algunos antes que aguantar su desdén ingrato. Seguramente sufra yo del súbito y caprichoso sentimiento de ofensa, propio de los niños majaderos, más allá de la realidad objetiva. Puede. Pero desde luego no merezco que me cuelguen el sanbenito de malo, pesado o invasivo ni faltón, impertinente ni incumplidor, tanto si dejo de financiar económicamente una mala suerte ajena, porque yo también tengo las mías propias, como si intento poner freno a una retaila de sandeces injustas y ofensivas hacia un ser querido, como si escribo un educado email después de un tiempo a un descarado desaprensivo que un mes fuera de plazo aún no me ha pagado una factura y, como ese, a puñados. ¡Fuck you, mother fucker!
Al que no le guste que, ni siquiera afablemente, le reclame o que al dejar de darle bola, piense en reclamarme, que por favor no me acepte la gracia inicial.
Y si alguna vez veis que ese Mr Hyde sale de mí, por favor, no tengáis reparos en ponerme freno y recordarme que dije esto con soberbia y rabia.
Un mal día lo tiene cualquiera. Y mañana tan amigos.
Gracias, Tup y P., por vuestros buenos deseos para acabar una mejor noche que lo que fue el día.
(créditos de esta foto desconocidos)
Trabajé hace tiempo para un cantante, un tipo majo, suelto, cercano, atento y cumplidor, que durante más de un año nos pagó a los músicos religiosamente por cada concierto, aunque la sala estuviera vacía y no recaudara de entradas, corrió siempre sonriente con los gastos de la banda por ahí de viaje, hoteles, buenas comidas, aviones, furgoneta, se dejó un dinero en la producción de un disco y videoclip, se ocupó de que sacáramos algún provecho personal de esos eventos y acabamos haciéndonos todos amigos. De pronto, un día dijo: "Chicos, venga, va, poneos el traje, por favor, ¿qué problema hay?" y entonces parte de la banda le colgó el sanbenito de flipao... "Joder, menudo arranque le ha dado" y más adelante alguno soltó un "Bah, yo por ese dinero no me muevo a un bolo para el que me ha llamado, que le den".
En un santiamén le convirtieron en otro personaje, un desubicado y poco menos que déspota (¡...!). Qué cagada.
Así sucede a menudo en el trabajo, incluso en casa. Cuánto molas cuando molas. Qué guay eres cuando no pones trabas, das la razón y favores y qué ingrato y amargo se vuelve todo cuando, después, viene tu turno de no dar la razón o un favor, ni siquiera de pedirlo.
Llámame loco y radical, pero a veces preferiría que un accidente eliminara de mi memoria la vida de algunos antes que aguantar su desdén ingrato. Seguramente sufra yo del súbito y caprichoso sentimiento de ofensa, propio de los niños majaderos, más allá de la realidad objetiva. Puede. Pero desde luego no merezco que me cuelguen el sanbenito de malo, pesado o invasivo ni faltón, impertinente ni incumplidor, tanto si dejo de financiar económicamente una mala suerte ajena, porque yo también tengo las mías propias, como si intento poner freno a una retaila de sandeces injustas y ofensivas hacia un ser querido, como si escribo un educado email después de un tiempo a un descarado desaprensivo que un mes fuera de plazo aún no me ha pagado una factura y, como ese, a puñados. ¡Fuck you, mother fucker!
Al que no le guste que, ni siquiera afablemente, le reclame o que al dejar de darle bola, piense en reclamarme, que por favor no me acepte la gracia inicial.
Y si alguna vez veis que ese Mr Hyde sale de mí, por favor, no tengáis reparos en ponerme freno y recordarme que dije esto con soberbia y rabia.
Un mal día lo tiene cualquiera. Y mañana tan amigos.
Gracias, Tup y P., por vuestros buenos deseos para acabar una mejor noche que lo que fue el día.
(créditos de esta foto desconocidos)
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