13 abr 2009

In fraganti

¿A alguien más le pasa que no puede evitar hablar solo, en voz alta y mantener conversaciones y discusiones?
Me sucede, y me sucede mucho. Según el círculo de gente los hay que me consideran extrovertido, bacilón, gracioso, pedante, sensato, aburrido, reservado... A veces me gusta pagar el precio de la duda, que es que por reservado exista la posibilidad de que te tengan por muy inteligente o por muy estúpido. Probablemente ese gozo mío sea un rasgo de los estúpidos, pues claramente el silencio beneficia más a éstos que al brillante, que al fin y al cabo cuenta con más herramientas para lucirse.
A lo que iba, parece que no hay salida al balcón para fumar ni trayecto al volante en que me contenga. Siempre a solas, siempre en mi confidencia. Podía ser un suspiro con una frase, como se le escapa a mi abuela Yeyé, y ya, pero no. Sin darme cuenta me embalo en conversaciones enteras y aguerridas discusiones monologuistas, hasta con respuestas de la otra parte que me cogen de sorpresa (si es que al final va a resultar el perfil de un estúpido...!). Siempre he sido de hablar solo, por lo visto. Y sospecho que somos muchos, compartimos eso como si fuera nuestra experiencia en común de encuentros con extraterrestres. En silencio. En secreto. El caso es que la actual estandarización del manoslibres en el coche ayuda y me servía hasta hace poco de compinche y de alcagüeta. Y digo "hasta hace poco" porque ya no me preocupa, ya lo he aceptado, ya no lo utilizo. Hace unos años era bochornoso descubrir que en un semáforo, alguien en el coche de al lado me miraba atónito al ver que toda mi gesticulación, nada modesta, desde hacía tres semáforos, mirando al frente y artículando evidentemente palabras no eran para nadie, que el resto de asientos estaban vacíos y "el pelotudo no para de hablarle a alguien que no se ve, desde hace rato...". Y en ese momento de emergencia intentaba, ridícula e inútilmente, simular que venía cantando una canción con el radiocassette (que con la energía de mi interpretación habría de oírse desde fuera... Evidente y penoso). Físicamente no tengo yo ningún parecido con Mr. Bean, pero en ese instante Mr. Bean era yo. Hoy ya no; hoy si te ven discutiendo solo, asumen que estás echando una bronca a alguien por teléfono con el manoslibres para no perder los puntos del carné. Resuelto. Nadie se mete. Nadie te desconcentra clavándote la mirada. Y si lo hacen, francamente, me da igual.
La gente necesita mirar a otros y sus locuras en la calle. Nos pasa a todos. A veces me encuentro riéndome sueltamente en el metro por la cara de alguno o los gestos que hace. Y es que como digo, somos muchos.

Mirar, se mira lo que sea. Una vez me desperté en un autobús urbano que ya había pasado mi parada -boludo yo-, pero no porque un ángel me avisara de que ya era hora de despertar (eso habría tenido que hacerlo antes de mi parada). Era la mirada tiesa de un par de niños de unos 4 y 6 años, hermanita y hermanito que viajaban en el asiento de delante pero de pie y sujetos al respaldar mirando hacia atrás, descifrando mi boca abierta y mi paladar...

Y es que estos días son de poco sueño, poco trabajo y sin embargo mucho cansancio. Pero sobretodo poco sueño. Que luego ataca a horarios que no son los de dormir. Espero seamos capaces de solucionar esto sin mayores trastornos que los que ya nos están doliendo.

6 abr 2009

Pero y esto? (!)


Hay que verlo. Sorpresa por todas partes...
Es MUY importante verlo entero, hasta el final.
Y con todos ustedes (trrrrrrrrrrrrrrr....) the magnificient seven!

Entre col y col, lechuga

Hace muchos meses ya que el pujo por el trabajo intenta alejarme de la música y de mis instrumentos. No le daré esperanzas, pero es cierto que a veces paso semanas enteras más cerca de los yugos del trabajo que del bálsamo que es la música.
Este ejercicio de repetir varias veces la palabra "trabajo" os dará una idea de cómo sienta cuando se convierte en algo repetitivo y constante...
A veces la gente que tienes delante por cosas de trabajo te sorprende gratamente cuando aparcas el trabajo un momento y os tomáis una cervecita. Pues así resultó que un conocido (no sé muy bien si llamarle cliente, pues lo es aunque no de un modo directo) con el que resulta que no sientes la presión y el compromiso del talante de negocios -que dicho sea de paso, creo que es precisamente lo que a veces provoca una mala y tensa relación comercial-, mientras hablábamos vete tú a saber de qué, caímos a hablar de música y de que ambos estábamos vinculados a ella de una u otra manera...
Y fue así como me habló de su hermano, Juan Zelada, un músico español en Londres. Algo anecdótico que admito me dio el empujón a oírle en internet es que presentó su disco en Madrid, donde no le conoce ni dios, sin compañía multinacional que se gaste un dineral en carteles, radio, promo ni nada de eso (aunque sí aprovechando la oportunidad de ciertos contactos bien mantenidos de trabajo); él, su hermano y unos más, abriendo un perfil en facebook e invitando a amigos -con el riesgo que implica dar la brasa en internet y que te tachen de pesado más que de talentoso, como muchos que purulan en la red-, metieron a unas 1.000 (sí, mil) personas en una sala fashion y molona de Madrid, pagando además una entrada de 20 euritos.
Felicidades, Juan Zelada!


Deconstruyendo el pretexto



El caso es que este blog fue empezado no con la intención de ser un blog, no. No para seguir escribiéndolo y que alguien lo leyera... Entre otras cosas porque no se me da especialmente bien escribir historias entretenidas. Solo fue un arranque por escribir una tontería que se me ocurrió. Y tan tonta era que al final ni la escribí. Pero en esos días sucedieron dos cosas: los resultados del referendum en Vzla. -motivo del primer post- y la acumulación de insomnio, producto del jetlag por viajar a ver a mi familia (hacía años que no sufría jetlag).
Así que ahí me tenía yo. Despierto, esperando que los demás en casa se levantaran y mi viejo se acercara a la habitación gritándome desde la cocina alguna noticia, o una proposición para el día -que normalmente implica un plan entretenido juntos y eso francamente me gusta-, o una reflexión sobre el antiamericanismo de los europeos de izquierda.
De vez en cuando leía algún que otro blog de conocidos y pensaba: "debe molar escribir uno...". Y yo mismo seguía: "...claro que antes conviene tener qué contar y saber escribirlo sin cursilerías ni aburrimiento".
Total que, estando uno fuera de su ciudad, a menudo le invade un coraje y un espíritu aventurero y emprendedor tremendo que en su propia casa resultaría cómico, y resultó que abrí el blog. Escribí un post. Y ahí quedó. Y me apunté a algunos otros como seguidor, a escondidas, claro... Quién me iba a decir a mí que los autores de esos blogs recibirían un mensaje chivándose de que yo andaba por ahí de mirón!
Me enteré porque uno de ellos me dijo: "Tío, no escribes más, tienes que escribir posts nuevos". Me quedé frío! Y mediogirando la cabeza con un ojo entrecerrado le pregunté: "¿Y tú cómo sabes si yo tengo o no un blog?...". Qué ingenuo; fue como volver a tener 5 años.
Y el caso es que otro amigo me dijo que sí, que esas cosas o se hacen o se cierran. Olvidé todo el tema y olvidé cerrarlo, así que aquí siguió esperándome.
Hoy lo retomo solo para saludar y repetir que sí, que de verdad, que un día de estos...