7 ene 2010

AUSTRALIA I: el viaje de ida

Pocas veces tiene uno la oportunidad de hacer un viaje soñado. Sí, es verdad que organizándonos y dándole una vuelta a nuestros compromisos de trabajo y actividades en que normalmente nos embarcamos, podemos darnos un paseo por sitios maravillosos y cerca de donde vivimos. Pero yo no me caracterizo por mi habilidad para hacer un hueco con antelación en mi agenda y planear un viaje, como otra gente. A ellos les admiro. Mis talentos, en cambio, son otros: tiendo a ser poco planificador y siempre tengo excusas, excusas de trabajo, de compromisos sociales, familiares, del grupo, de "nunca se sabe, puede que me salga no sé qué"... Y me cuesta mucho hacerlo, cuando lo hago.

Hasta que un día las cosas se ponen de mi parte, las condiciones se acoplan y tomo la determinación. Ahora o nunca. Desde hace años he querido ir a Australia —entre otros lugares, pero este en especial—. Así que, como ellos dicen, Australia it is!

Me embarco en el primero de los cuatro aviones que me llevarán a pasar las navidades y el cambio de año en distintos lugares de Australia, donde la carretera me lleve. No he podido cogerme más que tres semanas fuera de Madrid, que limitan la estancia a casi dos semanas y media, por lo largo del trayecto, a pesar de que recomiendan un mínimo de 4 semanas para ver solo algunos sitios del país. Así que, con suerte, será solo un muy deseado primer acercamiento.

Estos próximos posts en el blog saldrán publicados con algo de retraso, por dificultades técnicas on the road, que me impiden conectarme a la red. Por eso es posible que a veces escriba en futuro, a veces en presente y otras en pasado, mezclando tiempos. Y que me quiten lo bailao.

En fin, el viaje empieza prometiendo horas interminables —unas treinta— de avión con varias paradas en aeropuertos, algunos de los cuales nunca habría planeado pisar. Madrid-París-Dubai-Singapur-Brisbane. Y una nueva (para mí) línea aérea que me ha encantado: Emirates. Con una cabina amplia, como es de esperar en un viaje tan largo, un servicio cordial y amigable, una comida más que decente, unos asientos comodísimos con cientos y cientos de películas, series, conciertos, etc. a disposición de cada uno, independientemente. Ahora, lo del planetarium en el techo del avión, ¡eso es muy bonito!

Todo es maravilloso cuando se viaja de ida, con expectativas, ilusión, con ganas y energía, no importa cuántas horas cueste llegar. El primer trayecto es cortito, así que no importa que Easyjet me meta en sus aviones improvisadamente incómodos (ahora me doy cuenta), o no tanto; es como viajar en un neceser de emergencia, como uno de esos cepillos de dientes que te regalan en los hoteles, pequeños y simples pero eficaces... No importa, todo sea por el destino final. En el segundo trayecto ya se nota otra pasta, solidez, pedazo de nave, esmerada atención, otro color, otro planeta, auténicos butacones. Las azafatas son como ángeles, con ese uniforme tan exótico, los compañeros de viaje eternamente sonrientes. Hasta los de primera clase te saludan a tu paso. La musiquita de bienvenida no sé lo que es, pero definitivamente suena a bienvenida. Este olor debe ser el del cielo. Te sientes ridículamente bien. ¡A Dubai que vamos, pues! Y de ahí a Asutralia, tierra prometida.

En París me doy cuenta de mi primera cagada de novato. Suelo viajar a EE.UU. o por Europa, por lo que nunca necesito sacar un visado para estos sitios, uno por ser de la UE y el otro por el visado waver que viene implícito en todo pasaporte europeo. No obstante, pregunté sobre ello a e-dreams, la agencia en que compré el pasaje, a pesar de que tengo clarísimo que esas cosas o se preguntan a la embajada o se leen en la web de la embajada; ninguna otra fuente es válida. El caso es que en el trasbordo en París la chica de Fly Emirates me pregunta por el visado en mi pasaporte, pongo cara de idiota... Total, que en cinco minutos me lo saco con ellos mismos (35 €). ¡Bien! Seguimos adelante.

Estamos entonces en el segundo trayecto; el de los butacones y las azafatas del paraiso, rumbo a Dubai. Doy cabezaditas, hago mis pruebas con los botoncitos del mando a distancia de mi pantalla táctil y me meto en todos los recovecos del menú de esa pantalla del futuro. La de pelis y demás cositas que me voy a meter...! Botones y menús, hasta que me pierdo en ellos y justo cuando no sé cómo regresar al menú principal me interrumpe la megafonía y es el comandante para saludar y dar detalles del vuelo que no entiendo pero me relajan. Más cabezaditas y una peli, "(500) Days of Summer". Llega la primera comida, con platos a elegir, exquisito. Luego un concierto o una serie, no recuerdo, pero qué más da cuál, si las voy a disfrutar todas... De pronto y tras largas horas me despierto y me estiro para aterrizar fresco. Pero resulta que el sueño me ha traicionado y aún faltan otras buenas seis o más horas. Bueno, qué más da, ya sabíamos que sería más largo de lo habitual; voy casi, casi a las antípodas. ¡Qué maravilla!

Y el cansancio pesa, debí dormir en casa la noche anterior, que es donde mejor se duerme. El avión sigue y sigue, hace un buen rato ya que vi los paisajitos europeos con sus picos nevados y luego el agua. Y dormí y comí y vi otra película ("Adam"). No sé bien si fue hoy o ayer que vi todo esto, pero ahora volamos sobre un desierto y no parece que vayamos a aterrizar en breve. Pfff... Llega la merienda y pasado un tiempo las toallitas húmedas; ¡bien! eso siempre indica que nos acercamos al destino. Y efectivamente, parada en Singapur. Bueno, ya estamos cerca; no hay ni que coger equipaje, solo vamos al baño, recogemos a más pasajeros, repostamos combustible y reanudaremos el viaje en el mismo avión. Espera, ¿combustible? ¿Para tan poquito viaje que nos queda? Si ya estamos en Singapur, a tomar por saco... Bueno, volvemos al avión y me da por preguntarle a la señora de al lado, de Birmingham, encantadora, si sabe cuánto nos queda, pues en mi itinerario no aparecía esta parada. ¡¿DIEZ HORAS MÁS?! ¡¿Aquí dentro?! Está loca. Esta señora está mayor y debe haberse confundido o yo no entendí muy bien su inglés, aunque juraría que sí. Pfff... En un avión pueden darte merienditas, instrucciones en caso de emergencia, revistas, películas, pero cuando apagan las luces de toda la nave prepárate; eso es que va para largo. Ah, pero cuentan con todo y disponen de un aliciente: resulta que el techo del avión, por dentro, claro, al apagar las luces se convierte en una especie de maravilloso planetario, con estrellitas de distintos tamaños e intensidades de luz. Es como estar en el cielo, sin más. No hay planetas ni estrellas fugaces, ¡pero es que estás en el cielo, más allá de la galaxia...!

Somos como niños; con un detallito de nada nos entretienen. Y como niños somos. Ya confundo los días, las comidas, los relojes y los vecinos de asiento; ya les siento íntimos. Me aburro de las películas, de la radio y del menú de la pantalla táctil. Hasta de dormir. ¡Parece que llevamos semanas aquí metidos, por dios!

Pero todo llega y finalmente nosotros llegamos a Brisbane, puntuales y renovados (o eso cree el cuerpo). Tardo lo habitual en inmigración, equipajes y aduana. Pero no, resullta que de alguna manera han pasado ya casi dos horas y son las 02:00 am. Bueno, que maravilla, ya estoy en Australia. En el aeropuerto me recoje K, mi amiga y anfitriona. Siempre le alegra a uno que le recojan en el aeropuerto... Y nos vamos a dormir, que mañana será otro día, tranquilo y relajado, ideal para planear el excitante viaje por carretera que nos espera.

Al día siguiente, qué gozada, despertarse con esos pájaros tan raros y con un enorme árbol de mangos que casi cuela sus ramas por la ventana del salón. K vive en una zona muy tranquila llamada Coorparoo. Poet, la gata de K, me despierta acurrucada en mi pecho, así que le explico cómo nos llevaremos bien, le marco una distancia y al ratín se levanta K. "Good morning", "'morning!", desayunamos mangos, té, conversación amena, puesta al día, repaso de la agenda... Planificamos la ruta, sujeta a cambios sobre la marcha, por supuesto y luego una cena en un auténtico pub australiano —"The Broadway Hotel", que NO es un hotel— del barrio de Gabba con C, una amiga de K, en el que compramos nuestro pedazo de carne favorito y nos lo ponemos nosotros mismos en la plancha o la parrilla con una cerveza.

¡Ah, ya sabía yo que valdría la pena el viaje!

Mañana a las 06:00 am estaremos ya en el coche, cogiendo carretera al sur, con más de 4.000 km por delante. ¡Hasta mañana!


(fotos de Miguel F. Lancha: 2 de Poet / Cabina de avión [planetario] / 2 de Dubai Int'l Airport)

1 comentario:

  1. Buenisimooooooooooooooooooooo!!!
    Que buen diario de viaje, Fletch! Y lo del planetario, que pasada no?
    Saludos,

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